El Río Ebro

Desde tiempos de los íberos, el río Ebro ha sido importante y estratégico para el asentamiento de los pueblos cercanos a su costa. Su agua ha dado vida al cultivo, a la pesca, al campesinado, a los calafates, a los constructores de puentes, a los sirgadores… Y para muchos más oficios que serían inacabables de mencionar. En la orilla del río han crecido niños fuertes como robles que han aprendido de lo bueno y de lo malo que proporcionan las aguas del Ebro. Calmado para prodigar bondades en su entorno, pero también enfurecido para crecer y cargar con rabia causando las inundaciones más devastadoras.

El comercio y la actividad tan álgida que tenían sus aguas en los siglos XVI, XVII, XVIII o XIX terminaron con la llegada de las máquinas de vapor y los coches. Ahora, nos queda el río como un lugar natural y emblemático al que debemos ser conscientes de preservar para que no desaparezca. Las especies de peces y aves que habitan su entorno son infinitas, como también lo es la flora del exuberante bosque de ribera, que nos  despierta en otoño o primavera con una gama de colores cálidos y de preciosas flores todos los días.

Pero, lo mejor, es disfrutar del Ebro como un lugar de ocio donde pasar el tiempo, donde navegar, donde relajarse, donde entrar en contacto con la naturaleza, donde ir. ¿Y cómo? Gracias a las ofertas turísticas y de ocio que se han organizado en torno a este paraíso natural, como es el caso de nuestros viajes turísticos a bordo de Lo Sirgador, un barco que quiere recrear los emblemáticos llaguts del siglo XIX que sirgaban el Ebro. O, practicando deporte, como el remo, en piragua o en kayak que ofrecen diferentes empresas en nuestro territorio; o el cicloturismo, con una amplia red de vías Verdes que cubren todo el territorio.

Alrededor del río, también podemos encontrar una serie de monumentos emblemáticos (torres, antiguas casas señoriales, molinos, antiguas industrias del olivo, castillos…) que nos abrazan para contar la historia de su pasado.

Y por supuesto, del Ebro todavía viven los restauradores de nuestras tierras, que producen sus platos con productos frescos y locales que provienen directamente del río o del mar.